NECROLÓGICA: JOSÉ ANTONIO PUEYO PÁRROCO DE GALLUR DESDE 1999 A 2018
Necrológica. José Antonio Pueyo Izquierdo, Párroco de Gallur durante 18 años fallecía víctima de la pandemia que asola a la sociedad. Querido y respetado por todos, deja una profunda huella en los parroquianbos y vecinos del municipio.
No son buenos tiempos para morir, quizá, ni siquiera para vivir. Esta miserable pandemia, de forma precipitada, se nos está llevando por delante a personas irrepetibles, seres queridos, respetados, a los que no podemos homenajear con el cariño y el afecto que merece una despedida, o también pudiera ser, un hasta pronto... Como método alternativo, muchos pudieron plasmar sus sentimientos en el libro de condolencias que la Parroquia habilitó a efectos de poder trasladar todo el cariño que los fieles de este municipio le profesaban a José Antonio Pueyo Izquierdo.
Dieciocho años como titular en la Parroquia de Gallur, trajeron a la localidad un aire fresco jamás respirado por los parroquianos locales. De trato noble, se relacionaba con todos con cercanía, cariño, amistad. Daba igual si eran asiduos, o si solo aparecían en los días “religiosamente” más señalados, para él también era una excelente forma de acercarse a la fé.
Hombre “mundano” envuelto en hábitos profundamente religiosos, se ganó a los fieles demostrando que lo terrenal no está en disputa con lo divino. Tanto es así, que en su llegada impactó que un cura ejerciese de hombre y descendiendo a lo terrenal, como aficionado taurino que fue, no dudase en ponerse delante de una res brava dando un recorte en las mañanas festivas chocolateras, o coger un capote para dar un “pase” a una becerrra con la consiguiente algarabía y sonoro aplauso de admiración en los convocados.
Hombre con humor, con una risa sonora muy especial prolongada en el tiempo, José Antonio Pueyo Izquierdo se ponía profundamente serio cuando se refería a quien entregó su vida: a Dios, y por ende, a los demás. Era frecuente verlo por la Parroquia –siempre a paso ligero- repartiendo saludos, comprobando que todo estaba en orden y que tenía todo dispuesto para que los eventos –fueran o no de índole eclesiástico- se encontraban en las condiciones óptimas para su desarrollo.
Demostró que la única forma de estar en la tierra es tener fé en Dios, única fortaleza para seguir caminando por una senda sinuosa en la que ofrecer lo mejor de sí mismo como inmejorable fórmula de avance, de sentir, de querer, de trabajar, y en definitiva de estar en paz consigo mismo y con el entorno. Su ilusión y fortaleza en los momentos más complejos, nos deben hacer entender el mensaje que siempre quería trasladar a los que querían escuchar, avanzar con su palabra, que en definitiva, era, es y será la Palabra de Dios. Su voz seguirá resonando en nuestros corazones, y en nuestra mente, porque lo que bien se oye jamás se olvida.
Descansa en Paz José Antonio. A pesar de no poder acompañar tu partida en tiempos demasiados complejos, poco solidarios por ende de esta “peste invisible” y ladina, ten la certeza de que quienes te tratamos, disfrutamos de tú presencia, sabiduría, amistad, bonmonía y sensatez, eternamente permanecerás en nuestros corazones. Dios tiene aún más cerca, desde el pasado 17 de octubre, a un fiel compañero a su lado.